Primero se llevaron a los albañiles,
a los arquitectos,
pero yo no era ni lo uno ni lo otro,
y no me importó,
y les voté.
Luego emigraron los jóvenes,
por espíritu aventurero nos dijeron,
Pero yo no era joven ni aventurero,
y tampoco me importó,
y les voté.
Y comenzaron los desahucios.
Pero yo tenía mi casa
y dinero para limosnas.
Y me importó,
pero sólo un rato.
Más tarde vinieron las acampadas en las plazas,
Los llamaron perroflautas, comunistas,
y me lo creí,
y me asusté.
Y no los dejé pasar,
y me alegré,
aunque no sé bien por qué.
Después fueron a por los emigrantes,
porque nos estaban quitando el pan,
y los echaron
y los enjaularon,
y de nuevo los voté.
Luego supe lo de nuestras pensiones,
y subvenciones,
y traiciones.
Y caí en la cuenta, de Suiza.
Hoy ya lo sé,
no eran los míos, eran sólo suyos.
Pero ya no hay contenedores que hurgar
a pesar de tanta basura.
No sé cómo pasó,
por qué no lo vi.
Hoy sólo sé que
ya es demasiado tarde, Bertold.