
― Lo veo muy agobiado, ¿aún no ha conseguido una mujer para que atienda a su madre?
― Qué va, aún no.
― Qué raro, ¿no? Que yo sepa hay muchas mujeres que se ofrecen para cuidar ancianos.
― Pero yo la quiero española. No quiero una machupichu de esas. Y está difícil.
― Claro, es que no hay.
― Sí, sí que hay. Ayer hablé con una, pero me pidió casi mil euros, unas horas diarias de descanso, día y medio a la semana sin trabajar… ¡Parecía de Comisiones Obreras!
― Le habrá pedido lo que marca el convenio, ¿no?
― Sí.
Un rictus de desesperación marcaba su semblante cuando se marchó. Me llamó la atención que hoy no llevara una pulsera verde con adornos rojigualdas como últimamente.
La habrá echado a lavar― pensé―. Esas pulseras se ensucian fácilmente.